Cristo es el camino, nuestro ejemplo y luz, y este camino es morir a nuestra naturaleza en sensitivo y espiritual.
El murió a lo sensitivo, espiritualmente en su vida y naturalmente en su muerte. Porque, como él dijo, en la vida no tuvo donde reclinar su cabeza, y en la muerte lo tuvo menos.
Cuanto a lo segundo, al punto de la muerte quedó también aniquilado en el alma sin consuelo y alivio alguno, dejándole así el padre en íntima sequedad, por lo cual fue necesitado a clamar diciendo ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Lo cual fue el mayor desamparo que había tenido en su vida. Y así, en el hizo la mayor obra que en toda su vida con milagros y obras había hecho, ni en la tierra ni en el cielo, que fue unir y reconciliar al género humano por gracia con Dios.
Cristo del Consuelo, palpo aquí la obra maestra de tu bondad para conmigo. Entre todos los instantes de vuestra cruel agonía, ninguno hay tan precioso para mí como el de vuestro completo desamparo.
Un Dios abandonado de todos para que yo no lo sea jamás. Esta última prueba de tu amor se adueña de mi desconfianza.
Creo, siento, veo ya que queréis salvarme. Cristo del Consuelo, desamparado divino, a ti ye invocaré en mis abandonos, y a ti ofreceré todos mis desamparos. Amén