
Cristo del Consuelo:
Hace veinte siglos en una ciudad de Oriente, en Jerusalén, te clavaron en una cruz, después de haberte azotado con manojos de mimbres.
Ya ves, te condenaron como a un sedicioso, como a un blasfemo. Pero el día de tu muerte fue un día de pánico para el infierno, y de inmenso júbilo para el cielo, porque tu sangre había salvado al mundo.
Cristo del consuelo:
¿Quién se apiñaba a tu alrededor para oír tu palabra? El pueblo ¿Quién seguía tus huellas por las montañas, a través de los desiertos, para escuchar con ansias tus lecciones? El pueblo. ¿Quién quiso elegirte rey? El pueblo. ¿Quién tendía sus capas por el suelo y entapizaba de palmas las calles de Jerusalén gritando Hosanna a tu paso? El pueblo.
¿Quién se escandalizó de que curases a los enfermos en el día del sábado? Los escribas y los fariseos. ¿Quién esparcía falsos rumores llamándote poseído? ¿Quién te calumniaba acusándote de gula y lascivia? Los escribas y fariseos. ¿Quién te acusó a Pilato como blasfemo y conspirador? ¿Quienes se coaligaron para darte muerte? ¿Quién te crucificó en el Calvario entre dos facinerosos? Los escribas y los fariseos, los doctores de la ley, el rey Herodes y sus cortesanos, el gobernador romano y los príncipes de los sacerdotes. Ellos fueron los que engañaron al pueblo con hipócrita astucia….
Tu misericordia no admite excepción alguna. No has venido al mundo para salvar a algunos hombres, sino a todos los hombres. Para cada uno de ellos tuviste una gota de sangre. Pero los débiles, los pequeños, los pobres, los humildes y todos los que lloraban o padecían, esos eran tus amados predilectos.
Tu corazón latía con el pueblo, y el corazón del pueblo con el tuyo. Y allí, sobre tu corazón, es donde reaniman sus fuerzas los enfermos, y donde los recobra el valor y la energía para quebrantar sus esclavitudes.
Cristo del Consuelo:
Que sepamos vivir lo que tu nos enseñaste, y por lo que tanto fuiste criticado: que somos hijos un mismo padre, y que nos amaramos unos a otros como hermanos, y no que no nos tratáramos como enemigos. Nos dijiste que quien no ama a su hermano es siete veces maldito. Y que amándonos unos a otros nada tendríamos que temer de los tiranos de la tierra.
Cristo del Consuelo, que no vivamos desunidos porque no nos amamos como se aman los hermanos.