Amigos, nos disponemos a comenzar la Peregrinación del Consuelo, que quiere ser un rememorar en nosotros el camino de Cristo hasta la Cruz.
El viacrucis como práctica de piedad, ha brotado directamente del corazón del pueblo, de su afán de reproducir los santos misterios de la Redención, de querer tomar parte activa en todo lo que sucedió aquella mañana del primer Viernes Santo de la historia.
Como los viejos peregrinos por las calles de Jerusalén, en nuestra Peregrinación del Consuelo, nosotros, por las calles de nuestra ciudad, queremos recordar el camino de Jesús hacia la Cruz. Como ellos, nos trasladamos espiritualmente a aquella mañana del primer Viernes Santo y nos imaginamos que formamos parte del grupo reducido y fiel que seguía compasivo al Señor. Haciendo las distintas estaciones, nos pararemos a recordar piadosamente algunos de los sucesos que acontecieron aquella mañana del primer Viernes Santo en el camino hacia el Calvario.
El Vía Crucis debe decirnos siempre algo a los que le rezamos y sobre todo debemos sacar una doble enseñanza.
El llegar a sentir de forma de vida el sufrimiento de Jesús. Espiritualmente, y ayudados con nuestra imaginación, andamos con Él, padecemos con Él; llegamos a comprender lo grande que su amor y que es el pecado del mundo, nuestro pecado, lo que le hace sufrir y cómo todo lo soporta sencillamente por amor a Dios y a todos los seres humanos.
Aprendamos con este ejercicio del camino de la Cruz, a arrepentirnos de nuestros pecados y así, tal vez, lleguemos a recibir la gracia de la conversión.
1ª Estación, Jesús es condenado a muerte.
Condenado a muerte, ¿por qué?, ¿es este el regalo de la vida? Sospecho de ese Dios tuyo que parece haberte traicionado. Sospecho de la vida que acaba en condena. ¿Qué puede ocurrir ahora con nosotros, que estamos hechos de carne flácida y corazón entumecido?
Queremos que nos comprendas en nuestros sufrimientos, y ahora que tú sufres desconciertas nuestra mente dejándonos en un suplicio mayor.
¿A quién debo mirar en tu mirada, si sólo encuentro huidas en mi corazón y solo hallo razones a medio vestir tras mi mente?. ¿Por qué no derrotaste el orgullo de este mundo?. ¿Por qué te sublimaste al escarnio de la noche, rodeado de la nada?.
Y no comprendo aún, ¿por qué no abandonaste al pueblo que en tu hora te había abandonado?.
Has preferido la sentencia a la vida sin honor, la muerte a los aterrados Pedros que miramos desde lejos como piltrafas humanas, la grandeza de un hombre que clava su mirada compasiva sobre nuestros muchos pecados. Condenado al fin a las cinco del Alba, de un viernes que entonces había ya despuntado doloroso.
2ª Estación, Jesús con la Cruz a cuestas.
Cuando la infamia se nutre de injusticia, cuando la debilidad queda tan sólo reforzada por látigo… ¿Qué más queda aún?.
La angustia es mayor que la flaqueza. Dime, ¿qué piensas ahora de tu Dios?. ¡Qué camino de injusticia más escabroso, piedra a piedra, midiendo a cada paso el dolor de la tierra toda, como el peor y más pérfido traidor!. Te obligan a seguir camino de un horizonte de muerte, sin luz alguna, jaspeado de espinas, aderezado de flaqueza, como un Dios hundido por el peso de todas las culpas.
¿Cómo encuentras esta tierra que tú mismo creaste?. ¿No grita Dios?. ¿Y no es torpe haberte hecho tan humano?. ¿Qué te quedaba aún de amor si todo se había ido?.
¡Dios mío, Dios mío, desprecio y burla de los hombres!.
No, no me hagas creer que sigues siendo el ungido, si vas lleno de tempestad y de agonía; no me hagas creer que preso, como estás, puedes llevar libertad en tu camino.
¿Cómo podría seguir creyendo en ti si sólo te veo esclavo de un peso insoportable?
Desde lo profundo clamo a Ti Señor. Me ahoga el sabor de la vida cargada de cruz, como me asfixia tu sanguinolento cuerpo herido. Acaso sea eso mismo ser hombre, medir la tierra paso a paso por el camino escabroso.
3ª Estación, Jesús cae por 1ª vez.
Es demasiado dura la carga en el camino, asfixia el peso del madero que aplasta los pulmones, bailan ante los ojos las paredes de las casas y los rostros de una multitud que aúllan como perros.
En un instante, la ráfaga del recuerdo pasa por la mente; la casa, la madre, los tuyos… y te ahogas más, y atascas ensangrentado la dulce esperanza que en aquellos días acunaste. Has caído por ese peso lejano.
Te gusta vivir, como a mí, como cualquier ser humano. Te sentías bien en esta tierra, y ella misma ha ofrecido ahora su cuerpo a tus labios. Bésala, bésala en tu caída, empapada de tu sudor sangriento y acariciale sus hombros, pues que tanto la querías.
Todo lo que amabas, ¿dónde se encuentra ahora?.
El Sol, ¿dónde está el sol a mediodía?. El agua, solo ha servido para enlodazar tu camino. Los hombres, ¿Son ellos el trago amargo de tu cáliz?. ¿Dónde se han escondido tus amados seguidores?.
No oyes el acento Galileo junto a Ti. Has caído en esa terrible soledad de los fracasados. En realidad, éste había sido el horizonte toda tu vida, acaso lo que te ha impedido gozar más plenamente de tu de tu humanidad.
4ª Estación, Encuentro de Jesús con su madre.
¡Qué impaciente te has vuelto, Madre mía! ¡Cómo se han apresurado tus pasos por esa noticia de tu Hijo aireada por el viento!.
¿No percibiste, hace ya tiempo, en tu corazón de madre la tristeza que ahogaba el alma de tu Hijo?. Llevabas treinte y tres años esperando, temiendo, esta hora. Intuías ese destino vertiginoso, inimaginable a un ser humano. Es él, quien ha llenado de temblores toda una vida. ¿Recuerdas a Simeón? Qué lejos parecía aquella espada prevenida, que ahora desgarra y vierte todos tus sueños acumulados.
Nadie nunca tuvo así, durante toda una vida, la espada colgada sobre su cabeza de madre. Cada día introducía Dios en Ti un centímetro de lucha. Ahora, como un estoque final, se ha clavado la hoja afilada del más cruento dolor del alma.
¡Madre mía!, tú también sientes el desamparo del Padre, en esa cruenta soledad de verte abandonada, y ver que las promesas se bailan de dudas cuando la angustia anticipa los hechos y los agranda. Yo no sé si en ese instante aceptabas lo que los apóstoles no entendían, yo no sé lo que piensa la madre de un perseguido y condenado.
¿Qué es lo que más te hirió? ¿Quién te podrá decir ahora bendita entre las mujeres? Ahora que han desaparecido los ángeles, madre de un condenado…
¡Cuánta angustia y cuánta verdad aparentemente inútil!. ¿Cómo aceptar lo que nunca se termina de entender? ¿Quién es ahora la llena de gracia, ahora que sólo el dolor te llena?.
5ª Estación, el cirineo ayuda a llevar la cruz a Jesús.
Qué difícil soportar la compañía de un despreciado, bajo las mismas miradas de odio hambrientos.
Le ha sostenido la pena de su Madre; y ahora, todo se resquebraja en su interior. Sus pies vacilan. ¿Va a caer de nuevo?. Tiene el rostro ajado y demacrado, las manos ásperas y enrojecidas.
Se necesita de alguien que cargue el travesaño de la cruz y alivie unos instantes al hundido. Cargarla en la hora en que todos en este mundo parecen abandonarlo. Es preciso levantar la mirada del sufrimiento ajeno, dejar la casa de nuestra despreocupación, donde no se permite que entre la pena, rodeados por un muro de egoísmo, donde las cruces de los demás no tienen cabida.
Vivir sufriendo, si es preciso, más no en una vida de cruces solitarias, donde las miradas se niegan y es sólo el suelo duro del camino el único refugio de los ojos, cuando la cruz se lleva cuesta arriba.
Sí, Señor, la vida necesita un Cirineo, pero ¿quién se detiene, Jesús Nazareno a ver tu rostro agobiado?. ¡Quién pudiera ir por el mundo acogiendo en el camino las penas de tantos que no pueden soportarlas!.
6ª Estación, la Verónica limpia el rostro de Jesús.
Ha llorado sangre -mas solo las estatuas no lloran- ha llorado, ha perdido la belleza y dejado, es hermoso… Apenas puede ver, sus ojos son dos rendijas, taponados de cuajas e inflamada su cara…
¡Qué delicadeza la de la Verónica conmovida por descubrir tu mirada!. Se te acerca, te limpia, o te cura, y entonces le dejas impresa la faz verdadera en su alma.
Eres extraño, buscas personajes que limpian la basura, la ridícula fealdad de las heridas despreciables. ¿No son las llagas de tu frente, la prueba más palpable del escarnio y la burla?. ¿Quién se atreve a salirte al paso?.
¡Hay tantas calles que pueden equivocar el camino doloroso!. No me atrevo a dar el paso al frente en medio de tanta comitiva. ¿No comprendes? Tengo tantos compromisos. ¿Qué dirían al verme? ¡Te das cuenta!. Mi familia, mis amigos ¡está loco!, dirían. No puedo renunciar a tantas cosas. Además, ¡son tantos rostros!,¿ yo qué puedo hacer?.
Has entregado tus facciones y has preferido dejar tu cara en todos los paños que limpian la vida, transitando tus gestos en noche, día, campo, luz y sueño. Y una flor es ahora tu rostro, y en un anciano se puede ver tu cara, pues te has roto la piel tan sólo por dejar un poco de ella en alguien que se conmueve.
7ª Estación, Jesús cae por 2ª vez.
Has hincado la rodilla para que penetre la respiración de tu tierra, de tu amada tierra. Porque mordiéndola es, tal vez, como mejor se anuncia al corazón el otro latido profundo que subyace en el alma, el pálpito de todas las cosas que han caído contigo, y contigo esperan impacientes celebrar su fruto como el trigo.
¡Qué misterioso azar persigue tu camino!. Necesitamos agacharnos como los campesinos a la tierra, doblar el cuerpo para tocar el polvo, el doloroso tacto, el sudoroso dolor del fango en la piel.
Desde la caída, Señor, déjame decirte: ¡Sálvame!, ¡elévame desde este cieno del abismo, desde este profundo de las aguas que en sus olas me confunden y anegan hasta despreciarlo todo!.
Vencido he caído mil veces, mas ayúdame, apoyado en la cruz… aunque esté ahí el misterio: que siendo cruz pueda uno levantarse amarrado a su peso. Y mil veces caiga de rodillas, si en cada paso ignoro que pueda encontrarte en una rosa o en la terrible soledad de tantos que junto a mí soportan el desaliento de esas miles de cruces que encamina el destino.
Yo sé que tú oración es ahora mirar hacia el abismo y saltar a la noche donde la cruz se alcanza. Yo sé que tú oración es aspirar rendido un ¡ay! de desolación inmensa recogiendo soledades, en esta nube de primavera convertida en tormenta.
¿Cómo sentías a Dios en este instante?. ¿Cayó tu alma con tu cuerpo?
Me muero de tristeza, ¿significa que Dios no está contigo?. Es como una pena caliente amasada, con puñales encendidos.
8ª Estación, Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
La compasión ha destronado a la curiosidad, se ha removido el corazón hostil de quienes simplemente miraban, y tú te has vuelto a ellas en un gesto de olvido por tu propio dolor. No llores por mí, llorad por vuestros hijos y por vosotras. Concédeles ese llanto porque venzas mejor tu soledad en la justicia.
Ya son más los que se agrupan en torno tuyo: el Cirineo que te alivia; y ahora ellas, que se conmueven. Pero has hablado, quizás para dejarnos a todos confundidos.
¿Qué ocurrirá de ahora después de tus palabras?. ¿Qué ha taladrado tus ojos en esta historia que se nos avecina?. Dichosas las estériles y los vientres que engendraron y los pechos que no criaron.
Se oye un susurro de quejidos y se prolonga un ruido sordo de chasquidos y de ayees. Sólo en algún rincón de la calle, casi la misma altura del reo, unos ojos penetran transparentes: mujeres de Jerusalén, que lloran ya por las piedras de una ciudad asesina; es el gemir por quien pasa lo que somete al corazón y lo conmueve. Se va adivinando ya la oscura ladera del monte donde se ensancha la ausencia del Padre y sólo se perciben los brillos afilados de los clavos ya dispuestos.
¿No sientes, como yo, el deseo huidizo de terminar con todo?. Ahora, al final, qué poco ya lo que queda… Sólo el sudor frío y la cabeza rendida, inclinada entre la muerte, palpando ya la agonía… Y sin embargo te fijas en quienes por Ti van llorando.
9ª Estación, Jesús cae por 3ª vez.
¿Quién te reconoce doblado y ya sin equilibrio?. ¿Éres Tú el constructor de los 3 días? Y has caído 3 veces… ¿Aún mantienes tu dignidad erguida?.
Es preciso incorporarse, saltar desecho tan solo por llegar a la cima. Allí te espera tu obra arquitectónica, la verdadera cúpula del templo al que Tú te referías.
El camino se ha curvado, y se han pegado a Ti, de tal manera, que has tomado con él hasta su misma postura. Te doblas como el monte y caes por él como el agua a raudales de sudor, desparramando tu cuerpo como una inmensa cascada.
Voy a escapar de tantas caídas porque me dueles Tú, porque ver tu cara es despreciar a Dios…, y eso no. Antes me voy, antes deserto que ver el rostro de mi Dios por el suelo.
Cuando te veo subir a empellones, creo que se me va a salir el corazón. ¿Por qué esta tarde tan larga sin entender nada?. ¿Crees que si alguien me preguntase dónde está tu Dios, le podré contestar que eres tú? ¡Qué vergüenza!. Defiéndete contra tristeza que produce tu fracaso. Tienes que afirmar tu poder sobre ella, o estamos perdidos.
Si al menos pudiera llorar, pero no, llorar no sirve de nada, tal vez Dios se revele en el silencio, tal vez, sólo tal vez, labre un grito de esperanza en tanto caes y te levantas de ese camino dolorido.
10ª Estación, Jesús es despojado de sus vestiduras.
No toquéis su cuerpo. Dejadlo. No derraméis la última gota de pudor que le queda un hombre. ¿No le veis desposeído del todo?.
Ahora sí, ya está definitivamente desnudo, absolutamente desvalido, sin otra riqueza que su fe. Ahí está. Este es el Hombre: descalzo, sin cinturón de cuero, sin capa, sin turbante…, sin su túnica querida, sin nada…, como el gran desposeído, pero no del todo. Aún le queda ese último miedo que no se puede expoliar, un último hálito de vida que solo te deja cuando das el alma.
Es forzoso reparar en él, fijarse aún el misterio profundo de sus ojos, mirando con la cara de Dios viendo su muerte. Ayúdame tú a que te entienda, ofuscado como estoy mi entendimiento, sin saber quién fuiste ayer, sin comprender quién serás mañana.
Ya lo han sorteado todo; mas quedan aún tus palabras prendidas en el aire. ¡Pobre Jesús desposeído, con toda su grandeza desnudada!.
Hombre, al fin de carne, sólo. Como un sauce de otoño, con sus brazos caídos y llorosos hasta el suelo. ¡Qué pequeño parece todo!, del tamaño de un insecto son ante Ti mis preocupaciones diarias, ante Ti que te quitaron todo y sostienes aún la fe bajo la bóveda negra que se desploma de los cielos.
¡Perdóname, Señor, por ir con tantas cosas en mi cuerpo innecesarias!.
11ª Estación, Jesús es clavado en la Cruz.
Han bastado 13 centímetros de acero para sujetar tus manos hacedoras.., y un carpintero como Tú ha bastado para que en un golpe certero hundiese el clavo traspasando la esperanza. ¡Qué transfiguración ahora!. Estoy por tomar, como antaño hicieran otros, la cruz por una locura, aunque todo esté cumplido, porque tú no debes morir.
¿No ves que no entendemos de muertes inocentes?. ¿No ves que cuando ocurren es Dios quien se desploma en nuestro corazón y en nuestras esperanzas?. Tú no debes morir, aunque las sombras suban hasta tu frente, bajen hasta tu pecho, y se anuden alrededor de tu cuello.
¿Y qué ocurrirá con nosotros? ¿Qué ocurrirá con quien siga paso a paso tus palabras?. ¿Han de acabar como tú?. Porque no entiendo qué quieres clavado son el madero.
En ese infernal contorno sin luz, con luces y sombras, donde el desdén te acompaña y se alimenta el desprecio, ahí te veo clavado en medio de los insultos, convertido en rey grotesco, condenado por blasfemo. ¿Por qué no bajas, profeta, y demuestras tu verdadero poder?.
¡Cuantas tentaciones tengo por no sufrir!. Porque al mostrarse el dolor sólo me nacen renuncias. ¡Que te libre Dios si tanto te quiere!.
¿No decías ser su Hijo?. Demuéstrales a los jueces lo que en verdad dijiste para no darles la razón en pensar que eres blasfemo.
12ª Estación, Jesús muere en la Cruz.
Ya está ahí tendido como un puente entre Dios y nosotros, haciendo el último equilibrio, con siete palabras como siete puñales, como una nueva creación que pide su descanso. ¡No será tiempo ya de olvidarse de cuanto te rodea y dedicarte a tu dolor?.
Pero aún te falta aún el mejor de los regalos, la Vida. No te bastó todo el dolor del mundo que aún tuviste que compartir el enorme dolor de ver presente a tu madre, descubrir el eco de su propio sufrimiento, sintiéndose así desgarrarse de nuevo tu corazón por ella. Ya esta próxima la hora de nona, en esa terrible paradoja en la que alcanzando el sol su cenit, las tinieblas, sin embargo, se adueñan de todo echándose vencedora sobre la tierra.
Sólo le queda tu aliento expirar el último aire caliente que llamea en tu pecho: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?
Como un valiente escándalo contradictorio que nunca lograremos entender, y sin embargo, constituye el resumen perfecto de los anonadamientos humanos, la Palabra hecha carne hasta ese extremo, sentir lejano a Dios, hasta ese punto. Ya solo falta morir. Es muy sencillo, basta caer y esperar a que las inmensas manos compasivas recojan el fruto del árbol.
Todo acabó, es hora de descansar. Termina pronto, y eleva tu ultima mirada.
¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!.
13ª Estación, Jesús es bajado de la Cruz y puesto en brazos de su madre.
Ya has hablado, Señor, hasta el infinito. ¡Todo está concedido a la muerte! Ya han cesado las voces, y siento el desamor triunfante sobre un palo, donde todo se acaba, donde empieza la noche, donde todo queda detenido.
Resta, eso sí, bajarte el tormento. Queda desclavar al reo, lentamente, con ese ritmo del que no pudo hacer nada, preparar un paño para el muerto, lavar sus llagas. Sobran las palabras sabias cuando se está desenclavando como un guiñapo en brazos de sus seres queridos, como un mármol frío en brazos de una Piedad que de dolerse no le quedan lágrimas y solo mece y mece… como a un niño… y mira el cielo.
Extiendo mis brazos y solo palpan silencio y misterio. No hay ninguna llamada perdida en algún punto del firmamento. Como si todo se hubiera derrumbado contigo y cosas hubieran perdido su vértice de apoyo.
Cuando busco a Dios y está muerto en el regazo de su madre, ¿tendré que decir que ese es Dios?, ¿habré de decir que entra en la vida por las puertas de los tristes, por entre los regazos destrozados y por entre las almas rendidas?.
Este es el Dios-Hombre que entra en la vida por el persistente llanto de quienes aún están clavados, esperando a que José y Nicodemo suban la escalinata de una cruz cualquiera.
¡Quién sabe!, acaso Él mismo haya querido retrasar su triunfo por ver primero el trabajo de desenclavar a todos en el universo.
14ª Estación, el cuerpo de Jesús puesto en el sepulcro.
El hombre ¿no será el hombre algo más que la caída de una hoja? Porque no puedo entender que hayas dejado de ser quien decías que eras.
¿Dónde está ahora ese trozo de ruina que es la carne, ese montón de imposibles que tanto prometía? Si, nos dimos cuenta de que todo era locura. Y ahora no entendemos por qué seguir aún aferrados a ella, abocados en la profunda noche de pretender ser más tuyos ungiendo un cuerpo que nada tiene que ver con la Vida.
Dime qué está ahí, deja que vuelva a las tareas de siempre, a ese lugar del que nunca debí salir para seguirte por pensar que el mundo podría ser de otra manera. ¿Te das cuenta?. Se ha sepultado mi esperanza,.y la has llevado contigo. Porque todo indica el más rotundo y estrepitoso de los fracasos.
¿Y qué ocurre ahora?. Tres años de vida. ¿Y he de esperar tres días de muerte?. Tres días para disipar el aliento; tres días son suficientes para que seamos polvo en el desierto que coquetea con cualquier brisa; tres días han bastado para destrozar el mayor imperio de todos, el Hombre. ¿Y pretendes permanecer en la tumba sellada?. ¿No te das cuenta que son ellos, sólo ellos, quienes pretenden disipar la esperanza?. ¿Por qué, sino, los guardias en tu lecho?. ¿Qué sospechan de Ti los que a Ti te matan?. ¿Han oído algo?. ¿Algo que debiste decirnos antes de haber partido?. Para esto quieres que te siga. ¿Para ungir de aceite oloroso la muerte como si el unto prolongase algo la Vida? No, no hagas que se prolongur una esperanza innecesaria. No quiero ver incorrupto tu cuerpo. Quiero que salgas pronto dejando la tumba abandonada.
Oración final:
Delante de la Cruz, los ojos míos
Quédenseme, Señor así mirando
Y sin ellos quererlo estén llorando
Porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos
Quédenseme, Señor así cantando
Y sin ellos quererlo estén rezando
Porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en voz prendida
Y así con la palabra prisionera,
Como la carne a vuestra cruz asida
Quédeseme, Señor, el alma entera
Y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así cuando queráis me muera.